«En ningún momento hay fin. Siempre hay que imaginar nuevos sonidos, nuevos sentimientos que transmitir».
John Coltrane
Cuando el andén de la estación Bedford Avenue del Metro de Nueva York comenzó a llenarse de “pasajeros” que no se subían a ninguno de los trenes, la policía sospechó que algo raro estaba pasando. Cuando en lugar de “pasajeros” lo que había en su mayoría era gente bailando y saltando, tuvo claro que algo muy raro estaba pasando.
Los culpables eran tres estudiantes de The New School for Jazz and Contemporary Music, que con par de saxofones y una batería hacían que muchos se olvidaran que estaban en esa vieja estación de Brooklyn para ir a otro lado.
La policía les prohibió tocar de nuevo en Bedford -por aquello del peligro que un dancer cayera a las vías del tren-, pero espacios fue lo que menos le faltó a Moon Hooch para tocar su dubstep acústico, tomando la cadencia de la música electrónica sin usar ni un vatio.
Esto no es como la hamburguesa de soya, o las salchichas de algas. Aquí no se sustituye la “carne” de la electrónica por un insípido pasticho de encopetados instrumentos. Esto es adrenalina, beat y saoco para bailar desde que arranca.
Los saxofonistas Wenzl McGowen y Michael Wilbur, y el baterista James Muschler se conocieron en la New School y eran 3 de los 11 músicos que llegaron a vivir juntos en una casa en Brooklyn por allá en 2010.
“Tocando con todos y en todo tipo de combinaciones, de alguna manera se formó este trío, empezamos a tocar en las estaciones de Metro y a la gente le gustó”, explicó McGowen poco antes de armar un clarinete contrabajo de 100 años que según cuenta estuvo décadas llevando polvo en un depósito “y ahora lo tocamos frente a miles de personas”.
Todo el meneo que armaron tanto en Bedford como en otras estaciones les creó una buena cantidad de fanáticos, pero la terminaron de partir en mil pedazos cuando se viralizaron sus videos. Mi favorito es el en que asustan a un rebaño de vacas cuando empiezan a tocar en la ahora celebre Polyface Farm. Lo mejor es ver como luego las más rumberas regresan a ver qué es lo que es.
Para hacerles el cuento corto, ya suman cinco discos, sin contar dos en vivo y par de Eps, los conciertos de sus giras tanto en EEUU como en Europa son alto descargue y lo mismo da si tienen en frente a 20.000 personas o se lanzan otro toque en el metro como en los viejos tiempos.
“Lo que hacemos lo llamamos cave music porque es house music, pero con instrumentos”, explicó Wilbur. “Es mucho más primitivo. Es música de cueva”.
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